Un niño es en esencia esperanza, aparentemente tiene infinidad de posibilidades, multitud de potenciales caminos por recorrer, quizá muchos muy poco realistas. Algunos niños más que otros, atesoran con su imaginación mundos fantásticos y proyectos imposibles. No haber olvidado todo ésto al llegar a adulto puede ser entrañable, pero ser incapaz de transformar los sueños en algo un poco más tangible es ciertamente un obstáculo nada práctico.
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