De niño se puede desear que ocultarse bajo las sábanas sea suficiente defensa ante fantasmas, vampiros o cualquier tipo de monstruo. Puede parecer inocente, pero cada uno lucha con las armas que tiene. Quizá si un vampiro ve al niño tapado hasta la cabeza, piense que no es más que eso, una cabeza sin cuello, y pierda el interés. Lo bueno de una imaginación tan flexible, que puede dejar entrar el horror por cada insignificante resquicio, es que de igual forma puede establecer sus propias reglas para atrincherarse ante esos miedos.
Mmmm... la cama infinita es infinitamente mejor!
ResponderEliminarJa, ja, ja, pero yo ahí me pierdo.
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