domingo, 22 de noviembre de 2015

Un refugio en lo más profundo del bosque


De niño pensaba que la mejor manera de evitar los peligros podría ser construir un refugio en lo más profundo del bosque. Me imaginaba una de esas cabañas canadienses hechas de troncos, camuflándose por completo en la espesura. Los árboles crecían apiñados, yuxtaponiéndose hasta casi fundirse, formando un laberinto sin caminos definidos y una muralla de espejos que devolvía la misma imagen de vegetación por mucho que se avanzase. Por su naturaleza, este refugio no podía ser más que algo secreto y privado, intentar ampliarlo lo volvería vulnerable. Al mismo tiempo no era posible que fuera permanente, sino un lugar al que escapar cuando fuese preciso. Pese a todo, me negaba a ver las limitaciones de este diseño y deseaba hacerlo extensible a todo aquello que quisiese proteger, y protegerlo en todo momento. Ese era un pensamiento netamente infantil.

No hay ningún mecanismo de defensa que proteja de todos los peligros. Si se refuerza un aspecto, flojeará otro. Las murallas medievales que protegían las ciudades, acabaron ayudando a propagar la peste. Sin embargo seguimos construyendo murallas más altas y aparentemente inexpugnables, mientras el olfato ya atrofiado no nos permite identificar la podredumbre puertas adentro.

martes, 3 de noviembre de 2015

Escondiéndose en la boca del lobo

El miedo nos lleva a veces a refugiarnos en espacios a los que de otro modo ni nos acercaríamos, pero cuando el peligro acecha, hay que decidir. El monstruo atemorizado que acompaña al niño viene de una idea que no logré plasmar como quería y que por ahora quedó en nada, como tantas otras cosas. Me apetecía juntar a un niño valiente (dentro de su fantasía) con un ser tan inmenso como miedoso (que no cobarde). En el fondo el valor infantil podía apoyarse fácilmente en la aparente protección que le brindaba su imponente compañero.

Lo único que tenía claro es que las viñetas se sucederían en dibujos carentes de perspectiva, como en el ukiyo-e, de hecho la idea inicial era un sólo dibujo alargado como un pergamino. Sin embargo han acabado dentro de poliedros donde impera la perspectiva axonométrica. Establecer una norma rígida es una forma de escapar a otras y finalmente ver como jugar con los límites autoimpuestos hasta resquebrajar una y otra vez el reglamento inicial.

Lo que al principio me resultaba un tanto complicado de ejecutar, ahora se ha vuelto no sólo más fluido sino además divertido. Hay fallos, pero prefiero intentar corregirlos sobre la marcha a planearlo todo demasiado. Algunos me permiten encontrar soluciones y caminos nuevos, otros no queda más remedio que dejarlos y cruzar los dedos para que no resalten demasiado. Quizá acabe dibujando de nuevo algunos de los dibujos mejorando aquello que no me convence. Si consigo elaborar una narración que me permita enlazar las ideas iniciales que provocaron estos dibujos, no me quedará otra que rehacer algunos.